"Una vez por semana visitaba a la mujer. Para exaltarse, lo decía conmovido. Ella lo creía, y lo recibía con pastel de chocolate, licor de peras y frutas recogidas en la huerta. Los vecinos comentaban aquellos extraños encuentros, pero ella lo quería cada vez más. Él, adivinando su vida fácil, le pedía disculpas con los ojos, como diciendo, de qué otro modo debo amarte. Comía el pastel y rehusaba lo demás. Aunque la mujer insistiera. Es por ceremonia, pensaba ella escondiéndose en su sombra. "
El Poder de la Palabra
Barcelona - Nueva York
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